Al solicitar un crédito hipotecario al banco o financiera, existen dos opciones que debemos considerar: Si el crédito estará sujeto a una tasa fija o a una tasa variable.
La tasa fija es la que no varía con el tiempo, como su nombre lo dice, se mantendrá igual desde el principio al fin de la hipoteca. Esto ocasiona que desde un principio sepas cuál es la cantidad de dinero que pagarás mensualmente por la compra de tu casa.
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Las tasas fijas implican un menor riesgo y es por eso que suelen ser un poco más elevadas que las tasas variables. Si eres una persona conservadora y te gusta irte a lo seguro, la tasa fija es la que más te conviene, ya que no te arriesgas a asumir una cuota que quizás en un momento no puedas pagar.
Por otro lado, las tasas de interés variable son aquellas que cambian de acuerdo a cómo se mueve el mercado, están basadas en ciertos indicadores y la tendencia es que aumenten con el pasar de los años. Estas tasas suelen ser más bajas que las fijas justamente por el riesgo que representan.
Claro que junto al riesgo también viene la posibilidad de que las tasas bajen, ya que todo depende de cómo esté el mercado financiero. Si tu perfil va más con el de asumir riesgos y quieres beneficiarte de una posible baja en el mercado, entonces esta opción es más atrayente.
También es ideal si es que sabes que en el futuro contarás con un ingreso extra o tu salario aumentará, lo que te permitirá afrontar cualquier aumento en la tasa. Lo importante es que converses este punto con el asesor bancario y lleguen a un acuerdo, ya que también puedes optar por la opción de una tasa mixta (fija por un periodo determinado y luego variable). Pero antes que todo, escoge bien el crédito que solicitarás, compáralos todos y mira los beneficios.